Aquí me encuentro, en el refugio de los 100, el último refugio antes de llegar a la cima del Iztaccíhuatl. Hasta este punto, recorrí unos 4780 metros, y me esperaban otros 450 metros de subidas y bajadas por la arista del volcán. 

He pensado que las montañas son como maestras de vida, creadas por la divinidad para enseñarnos lecciones valiosas. Hablar de las montañas me apasiona enormemente. Podría pasar horas filosofando sobre la naturaleza, la humanidad y el mundo en general, y me llena enormemente que mi trayectoria profesional haya abierto las puertas del universo de la creatividad. 

Me enorgullece poder contribuir al mundo con un valor significativo a través de mi experiencia profesional y esencia humana, porque sí, para abrir caminos, primero debes empujarte a ti mismo a crear.